Jordi López Daltell
Llevamos tres semanas y media de confinamiento, #teletrabajo, #trabajoremoto, expedientes de regulación de empleo y -si no se alarga más allá del veintiséis de abril; la última fecha que conocemos- estamos entrando en la segunda mitad del confinamiento. Aquellos que por edad no vivimos la guerra ni los primeros años de la posguerra, hemos vivido en estas semanas algunas de las peores experiencias de nuestras vidas con pérdidas de amigos o familiares, de clientes, proyectos o del propio trabajo; aunque solo sea, en el mejor de los casos, temporalmente. Pero estos días también nos han permitido ver algunos hechos relevantes como las muestras de reconocimiento constantes hacia los profesionales de la sanidad y la sensación de que más allá de sensaciones y necesidades de cada uno, este virus nos ha obligado (y, también, permitido) remar todos en una única dirección.
Sorprende también la capacidad mostrada por la sociedad civil para #hallarsoluciones, ya sea como equipo reconvirtiendo cadenas de montaje de la automoción para producir respiradores como a nivel individual (pero a gran escala) los más jóvenes y los de mayor edad poniendo las impresoras de 3D a funcionar para producir respiradores, unos, o sus dedos a coser mascarillas, los otros, entre infinidad de posibles ejemplos que todos conocemos.
Hemos dado una oportunidad al #teletrabajo, a los #equiposvirtuales y hemos podido comprobar, ¡Oh, sorpresa! Que tenemos más capacidad de #autoorganizarnos, de trabajar de forma disciplinada #proactiva y #resiliente sin perder ni un ápice de nuestra productividad y, aquellos que #lideramos por primera vez teletrabajadores hemos descubierto que podemos #confiar a ciegas en ellos.
Hemos visto que este “parón” ha permitido reducir un cinco por ciento los índices de contaminación de las principales ciudades, cifras que se no conseguían ni tan solo anualmente desde finales de la segunda guerra mundial.
Y hemos podido constatar el apoyo inestimable de la tecnología no solo para poder mantenernos informados y operativos y funcionales laboralmente, sino conectados con familiares y amigos y para permitirnos momentos de evasión ¿imaginan este confinamiento sin cine y series por streaming?
Este sería un resumen muy sucinto de los días (casi un mes, ya) que llevamos de confinamiento. Si alzamos la mirada e intentamos otear el horizonte ¿qué vemos cuando miramos ese “finisterre” en que se ha convertido el último día de confinamiento?
¿Vamos a darle al teletrabajo una oportunidad; o vamos a volver al modelo de trabajo presencial? Cuando podamos elegir ¿seguiremos confiando en la capacidad de auto organizarse el tiempo y las tareas de nuestra gente? ¿o seguiremos queriendo ver qué hacen, cuando lo hacen y como lo hacen … otra vez y en cada momento? ¿Cómo vamos a canalizar y aprovechar todo ese torrente de proactividad, resiliencia, confianza, creatividad y solidaridad que hemos demostrado que somos capaces de tener?
Y una reflexión que dejo para el final. ¿Porqué hemos dedicado horas de nuestra vida a coser mascarillas, a confeccionar batas? ¿porqué hemos realizado donaciones de dinero o de materiales a personas o entidades que no conocemos y a las que nada, al menos aparentemente, nos une? ¿porqué hemos puesto nuestras impresoras 3D a crear materiales? ¿Porqué nos hemos presentado voluntarios a infinidad de tareas y ocupaciones para atender o dar apoyo a quienes lo necesitan? Porque son tareas que tienen #sentido. Porque nada nos motiva, nos alinea y nos moviliza más que hacer algo con sentido en sí mismo. Y, por ende, con sentido para nosotros. Pero eso, el “sentido”, será motivo de un próximo post.